En la universidad me hicieron estudiar a muchos arquitectos y maneras de afrontar un proyecto. Aunque siempre me chocó que me nombraban arquitectos de los que tenía que estudiar su obra escrita y de arquitectos que tenía que estudiar sus obras y no sus escritos. Al tiempo lo llegué a entender con algunos arquitectos como Aldo Rossi o Alberto Campo Baeza. Hoy voy a hablar de mi experiencia personal con este último.
La obra de este arquitecto andaluz siempre ha sido controvertida para mí. Si bien tiene algunas obras arquitectónicas que son dignas de mención, tiene otras que no las considero tan interesantes como la crítica valora. Eso sí, su estilo en todas sus construcciones siguen la misma línea: el uso de la sencillez y el uso de los materiales a su esencia más pura. En su manera de concebir la arquitectura es bastante coherente con sus escritos y a lo que le da mayor importancia es al tratamiento de la luz y al peso de los materiales.
Una de sus obras más conocidas es la Caja de Granada y, para mí, es un gran ejemplo del tipo de obra que me provoca sentimientos encontrados. La obra roza una sencillez absoluta y tiene ideas muy buenas: de hecho, algunas fotos realizadas en su interior son impresionantes. Pero es una obra que tiene muchos «peros», valga la redundancia.
Y aquí es donde entra mi primer encuentro con Alberto Campo Baeza. En nuestra carrera nos dijeron que leyéramos «La idea construida» escrita por este hombre y en la que describe su propia obra. Como primera impresión, me pareció algo pretencioso ya que hablaba de manera muy halagadora de algo que él mismo había creado. Aún así el libro llegó a describir unos espacios que, en papel, parecían interesantes y me dejó con ganas de ver la obra de este arquitecto. Y, de pronto me encontré que esto era la Caja de Granada
Para mí, la Caja de Granada, con su simplicidad y escala es un edificio que no está hecho para el hombre. Sobredimensionado, vacío y simple como una caja de zapatos. Entendía perfectamente que lo relatado en el libro y lo construido estaba relacionado, pero mi imaginación había pintado otro edificio en mi cabeza distinto de aquello que se realizó. Y es que se nota en sus escritos que Baeza es un profesional en el uso de la palabra. Por algo es profesor de arquitectura en la Universidad de Madrid, la ETSAM.
Aún recuerdo cuando el profesor me preguntó después de haber estudiado a Campo Baeza que me parecía su obra después de haber leído el libro. Mi respuesta no dejó indiferente a nadie: «Alberto Campo Baeza es un gran arquitecto pero escribe mejor que hace arquitectura». El arte es algo subjetivo, tampoco pudieron quitarme la razón. A día de hoy me sigue haciendo gracia que mientras explicaba mi razonamiento, de mis dos profesores de arquitectura, uno ladeaba la cabeza con gesto de reprobación y el otro parecía darme la razón mientras me sonreía cómplice.